Con motivo del Día Internacional de las Enfermeras, el Colegio Oficial de Enfermería de Teruel realizó un concurso en el que los ganadores celebraron un desayuno costeado por la entidad durante esa jornada. Un concurso que ganaron dos centros de salud del ámbito rural, el de Calanda y el de Aliaga.

Por ese motivo, y con la pretensión de acercarnos al mundo de la enfermería en el ámbito rural, desde el Colegio hemos querido hablar con compañeras de ambos centros para conocer cómo es su día a día, qué necesidades tienen o que reivindicaciones quieren hacer llegar a las instituciones.

Una acción que busca visibilizar la importante labor que realizan las enfermeras rurales, muchas veces en condiciones muy difíciles pero con un compromiso total con sus pacientes.

Tras hablar con ellas, podemos confirmar que trabajar como enfermera en una zona rural no es lo mismo que hacerlo en un hospital o en un centro urbano. La falta de recursos, el aislamiento, la escasez de personal y las largas distancias marcan el día a día de estas profesionales.

Pero también lo hacen el vínculo cercano con los pacientes, la sensación de pertenencia y el orgullo de formar parte de algo esencial. Así lo cuentan Rosa Costa de Calanda y Marta Mayén y Mina Llera de Aliaga.

Además de las consultas habituales, en Calanda hacen seguimiento a personas con enfermedades crónicas, curas complejas, vacunas, revisiones de niño sano, educación maternal, cribado de cáncer de colon, seguimiento oncológico, atención a personas con problemas de salud mental, control de sintrom, y atención domiciliaria.

 Rosa nos explica que en el centro de salud de Calanda trabajan seis enfermeras de lunes a viernes, y una séptima se encarga del refuerzo los fines de semana. Además, también disponen de un equipo de atención continuada (EAC) que trabaja fines de semana y festivos; y su área de cobertura incluye Calanda, Foz-Calanda, Torrevelilla, Belmonte de San José, Cañada de Verich y La Cerollera.

“Para ello, la coordinación entre nosotras es clave. A veces, si una está en consulta y hay una urgencia domiciliaria, otra tiene que cubrir el centro. Hacemos malabares”, explica Rosa.

En verano, la población casi se duplica, pero el personal sigue siendo el mismo. “Muchos vienen a pasar el verano al pueblo o tienen aquí la segunda residencia. Eso nos da más trabajo, pero no hay refuerzos”. “Tampoco hay profesionales en bolsa para cubrir bajas o vacaciones, y tenemos que organizarnos como podemos”.

Un reto añadido es la atención a pacientes de otras nacionalidades que no siempre hablan español. “Hemos tenido que usar traductores online o comunicarnos con ayuda de los hijos. Nos adaptamos porque no hay otra”, explica Rosa.

Al igual que hacen ellas para atender pacientes, cogemos el coche y nos vamos hasta Calanda, en otra comarca totalmente distinta de la provincia pero que comparte la gran mayoría de circunstancias.

En el centro de salud de Aliaga trabajan Marta Mayén y Mina Llera, que cubren ellas solas una extensa zona: dan servicio a Aliaga, La Zoma, Castel de Cabra, Campos, Cirujeda, Cobatillas, Aldehuela, Santa Bárbara y parte de Miravete de la Sierra.

Marta explica que no tienen administrativos, ni celadores, ni auxiliares, y por tanto deben hacer de todo: preparar las consultas, esterilizar, organizar, revisar historiales, dar citas, y atender, tanto en el centro como a domicilio.

El coche personal es su herramienta diaria para moverse entre los pueblos, aunque no reciben compensación económica por ello. “Vamos con nuestro coche, con la maleta, el portátil, neveras, materiales… y ni siquiera nos pagan el kilometraje”.

Tampoco cuentan con cobertura móvil en algunos puntos, lo que dificulta el acceso a la historia clínica digital o contactar con emergencias si fuera necesario.

A pesar de estas condiciones, ambas están comprometidas con la comunidad. Ahora es Mina quien explica: “a veces acabamos más tarde solo para poder hacer una visita a una persona mayor que está sola o hacer educación para la salud en la escuela del pueblo. Pero nos gusta”.

La cercanía con los pacientes es algo que destacan Rosa, Marta y Mina. “Somos parte del pueblo. Nos conocen por el nombre, nos saludan por la calle, confían en nosotras. Eso también implica que muchas veces te avisan fuera de horario si algo ocurre, y tú vas porque sabes que es importante”, cuenta Marta.

Esa confianza hace que las enfermeras tengan también un papel importante en el acompañamiento emocional. “A veces simplemente escuchamos. Las personas mayores se sienten solas, y que alguien les mire a los ojos y les escuche también cura”, explica Mina.

Sobre esto, Rosa recuerda una anécdota bonita: “Una vez fuimos de urgencia por la noche y mientras intentábamos contactar con el hospital, la señora nos ofreció sandía a las tres de la mañana. Esa calidez es única”.

El trabajo de estas profesionales es lo que podemos entender como “multitarea”. Hacen desde revisiones pediátricas hasta acompañamiento en procesos de duelo, educación en salud, coordinación con trabajo social, seguimiento farmacológico, o incluso campañas comunitarias.

En Aliaga, por ejemplo, impulsan la Primavera Saludable, un programa de talleres de ejercicio, charlas, paseos en grupo y encuentros entre vecinos para mejorar la salud física y mental de la comunidad.

Sobre los desayunos organizados con motivo del Día Internacional de las Enfermeras, las tres colegiadas coinciden en que se sintieron valoradas por el Colegio y han asegurado que el año que viene volverán a celebrarlo, esta vez con miembros de la comunidad de sus municipios.

También coinciden en sus reivindicaciones. Marta lo resume así: “Nos encanta nuestro trabajo, pero también necesitamos condiciones dignas para hacerlo bien. Faltan manos, sobran kilómetros, y hay muchas tareas invisibles que nadie tiene en cuenta”.

La enfermería rural es esencial para mantener la sanidad en los pueblos, como resalta Mina. Y es que son ellas quienes garantizan que, vivas donde vivas, tengas atención sanitaria de calidad. Sin embargo, muchas veces se sienten olvidadas.

“Lo rural es muy bonito, pero también muy duro. Lo damos todo, pero necesitamos apoyo real”, concluye Rosa.